Una de cada cinco mujeres víctimas de violencia en línea experimentó síntomas psicológicos como estrés, ansiedad, miedo o insomnio y una de cada diez terminó con una relación personal dañada, según datos de ONU Mujeres

El 73% de las mujeres periodistas sufrió violencia online en su trabajo. No son gajes del oficio, sino amenazas de violencia física y sexual según el “Reporte sobre ciberviolencia contra las mujeres”, de la Unión Europea y Lobby de Mujeres Europeas (EWL, por sus siglas en inglés). La autora es Virginia Dalla Pozza y resalta: “Los efectos psicológicos son especialmente perjudiciales para las víctimas. Entre ellos se incluyen graves trastornos emocionales y psicológicos, ansiedad, depresión, estrés postraumático y, en casos extremos, ideación suicida, autolesiones, intentos de suicidio o suicidio”.

Una de cada cinco mujeres víctimas de violencia en línea experimentó síntomas psicológicos como estrés, ansiedad, miedo o insomnio; una de cada cuatro mujeres se sintió avergonzada; una de cada cinco se empezó a mostrar insegura y una de cada diez terminó con una relación personal dañada, según datos de una encuesta, realizada en 2023, por ONU Mujeres. La liberación de la palabra que se generó con Ni Una Menos y el Me Too implicó romper el silencio social sobre los problemas que afectaban a las mujeres. La violencia online no es una amenaza, es una realidad. Las consecuencias actuales ya son el silenciamiento, el abandono de la participación en línea, el aislamiento y la autocensura.

Las periodistas que son víctimas de violencia de género minimizaron su participación en internet, se restringen en las aplicaciones tecnológicas y se autocensuran. “El principal efecto en las víctimas de la incitación al odio por motivos de género es la retirada de las redes sociales u otras plataformas públicas. Las mujeres tienden a publicar con menos frecuencia, a suavizar su lenguaje para mitigar la provocación (autocensura) o incluso a desactivar sus cuentas. Piensan que manteniendo un perfil bajo evitarán llamar más la atención sobre sí mismas”, concluye el informe de la Unión Europea.

El informe de Periodistas Argentinas, presentado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), advierte sobre la tecnocensura por las agresiones en redes sociales

El 76% de las mujeres cambió su manera de utilizar las redes sociales tras sufrir ciberacoso y el 32% dejó de publicar sus opiniones sobre determinados temas, según un relevamiento de Amnistía Internacional. Las más afectadas por la violencia digital son las periodistas y las políticas: los efectos sobre ellas (contra ellas) son particularmente perjudiciales. Si la idea era ver cuánto han avanzado las muchachas ahora los ataques generan que las muchachas retrocedan. “María La Paz, la Paz, la paz. Tres pasos pa’ atrás pa’ atras, pa’tras”, se podría cantar.

¿Empoderamiento? ¿Qué era eso? La era del desempoderamiento no es por el síndrome de la impostora, la fragilidad emocional o la falta de capacidad. La violencia deja secuelas: las políticas no quieren hacer política y las periodistas no quieren hacer periodismo. ¿Ambiciosas? Una especie en extinción. ¿Los depredadores? Haters, trolls, misóginos impunes, premiados y con cargos. ¿Libertad de expresión, en qué siglo importaba esa libertad? El 30% de las mujeres periodistas se autocensuran en las redes sociales como consecuencia de la violencia y el 37% evita ciertas notas como consecuencia de experiencias previas con amenazas, acoso o ataques.

La ciberviolencia es el uso de las tecnologías en línea y de la comunicación para causar, facilitar o amenazar. La violencia facilitada por la tecnología (VFT) implica cualquier acto cometido, asistido, agravado o amplificado por el uso de las TIC u otras herramientas digitales que tenga -o pueda tener- como resultado un daño físico, sexual, psicológico, social, político o económico. Los instrumentos en donde se pueden realizar (o recibir) estas agresiones son: teléfonos móviles, Internet, plataformas de medios sociales, juegos de computadora, mensajes de texto, correo electrónico y otras tecnologías.

Una encuesta muestra el rechazo social a los ataques a la libertad de expresiòn por parte del gobierno de La Libertad Avanza (LLA)

“Estas formas de violencia tienen un efecto mental devastador en las mujeres”, alerta la Unión Europea. Uno de los mayores problemas es la masividad de la violencia digital y que genera efectos para la víctima y causa un impacto social que parece irrefrenable. “Tiene un amplio alcance, transmisión y rapidez: la fácil y rápida difusión de contenidos a través de múltiples plataformas y medios sociales dificulta el control del tipo de información que se difunde por medios digitales”, describe la investigación.

Otro grave problema es la impunidad por la falta de identificación: “Ofrece desinhibición: el anonimato reforzado que ofrecen los espacios digitales y virtuales a través de protocolos de encriptación y privacidad permite a los usuarios comportarse con anonimato e impunidad. Esto dificulta especialmente la identificación de los autores”, acentúa la investigación. Pero además hay mucha sensación de frustración frente a la posibilidad de borrar o dar marcha atrás a los comentarios con insultos o amenazas. Si alguien te dice “puta” esa marca va a quedar. “Es difícil de eliminar: el contenido violento se vuelve persistente, difícil de eliminar y, por tanto, vuelve a traumatizar a las víctimas”.

La lucha por la igualdad requiere entender que la violencia no es igual para varones y mujeres. “Aunque los hombres también pueden sufrir violencia y abusos en línea, las mujeres y las niñas tienen más probabilidades de experimentar formas únicas de violencia de género en contextos digitales, lo que refleja un patrón similar al de la violencia contra las mujeres y las niñas en el mundo físico”, destaca el informe europeo.

La violencia no nació con la expansión del Covid -19 pero la pandemia encerró a las mujeres y liberó la onda expansiva de la misoginia extrema. “Aunque los hombres eran ligeramente más propensos que las mujeres a sufrir formas leves de ciberacoso (por ejemplo, insultos), las mujeres experimentan de forma desproporcionada formas graves como el ciberacoso y el acoso sexual en línea. Con el aumento del uso de las tecnologías digitales debido a la pandemia las mujeres y las niñas tienen más probabilidades que los hombres de ser víctimas de formas graves y el impacto en sus vidas es mucho más traumático”, según una encuesta realizada, en 2021, por Pew Research Center.

El 30% de las mujeres periodistas se autocensuran en las redes sociales como consecuencia de la violencia y el 37% evita ciertas notas como consecuencia de experiencias previas con amenazas, acoso o ataques (Imagen Ilustrativa Infobae)

El nuevo desafío es la conexión entre la inteligencia artificial y los prejuicios sexistas. “Las investigaciones muestran que los sistemas de IA creados por los gigantes tecnológicos tienen un gran sesgo de género y racial. Los estereotipos refuerzan y amplifican los prejuicios de género existentes. Sólo el 22% de los profesionales en los campos de la IA y la ciencia de datos son mujeres. Los algoritmos y los dispositivos tienen el potencial de difundir y reforzar estereotipos de género nocivos. Otro aspecto vinculado al uso de la IA es el fuerte aumento de las falsificaciones digitales de carácter sexual, comúnmente conocidas como deepfakes. Las herramientas de IA para crear falsificaciones digitales sexuales se están desarrollando rápidamente y son cada día más baratas, sofisticadas y accesibles para los usuarios. El Informe sobre Riesgos Mundiales del Foro Económico Mundial calificó a la desinformación como el riesgo global a corto plazo más grave al que se enfrenta el mundo en los próximos dos años”, resalta la investigación europea.

La mayoría de los vídeos falsificados digitalmente que circulan actualmente por Internet contienen imágenes sexuales de mujeres. La tecnología generó que sea fácil desnudar a una joven o armar un falso video porno. Se calcula que entre el 90% y el 95% de todos los deepfakes digitales son de material que muestra desnudos o actividades sexualmente explícitas. El 90% de los videos son de mujeres. En 2020, se creó un chatbot de Telegram que puede utilizarse para crear retratos robot de desnudos profundos. Al proporcionar al chatbot una foto de alguien, se podía recibir una versión sin ropa de esa persona. El bot creaba exclusivamente desnudos femeninos. En el momento en que se hizo público el informe ya se había atacado a más de 100.000 mujeres.

Hay algo central: no es Internet, no es la IA, no es lo que sucede naturalmente -como solía ocurrir la violencia de género y parecía una práctica normal de la vida privada-; estas son acciones orquestadas. “La difusión o amplificación de contenido (incluido el abuso) que parece surgir orgánicamente a nivel popular y que, en realidad, es coordinada, a menudo utilizando múltiples cuentas falsas, por un individuo, grupo de interés, partido político u organización”, subraya el “Reporte sobre ciberviolencia contra las mujeres”, de la Unión Europea.

Ser periodista es exponerse a mostrar el trabajo, pero no los dientes, la piel, la panza, la cola o el pelo como si cada reportera, cronista, conductora, columnista tuviese que exhibir cada partícula corporal para poder trabajar y para poder sobrevivir. Las lesiones de los comentarios sobre el cuerpo son mucho más graves que antes de la necesidad de mostrar todo (especialmente el trabajo) en las redes sociales. El body shaming es comentar y burlarse de la forma, el tamaño o la apariencia corporal de una persona. El ciberflashing consiste en enviar imágenes sexuales no solicitadas a través de aplicaciones de citas o con Airdrop o Bluetooth. En la mayoría de los casos se produce cuando alguien envía una imagen no deseada de los genitales o se expone a través de un vídeo en directo, en apps de citas o con personas que se tiene una relación o que se comienza a chatear. Las fotos de penes pueden llegarle también a periodistas como forma de asquearlas, impresionarlas o amedrentarlas.

Sólo el 22% de los profesionales en los campos de la IA y la ciencia de datos son mujeres. Los algoritmos y los dispositivos tienen el potencial de difundir y reforzar estereotipos de género nocivos (Imagen Ilustrativa Infobae)

Una práctica que se está amplificando es hacer doxing, que es el acto de compartir en línea la información personal de una persona (número de teléfono, dirección de correo electrónico, domicilio, contactos profesionales) para facilitar agresiones. En un país como Argentina, con altos niveles de robos e inseguridad, el doxeo es mucho más grave ya que quedar expuesta es altamente peligroso, pero para las periodistas que son madres y que por una nota, un tuit o una opinión se publica la dirección donde viven sus hijos o hijas la paralización, la culpa y el miedo son más graves y con efectos nocivos.

Los ataques a mujeres son mucho más alto que a cualquier otro grupo por su condición étnica o social. “La misoginia es la forma más prevalente de odio en línea en todas las plataformas examinadas”, destaca la UE y advierte: “También hay mayores niveles de incitación a la violencia contra las mujeres en comparación con los otros grupos y la violencia cibernética contra las mujeres se basa más a menudo en la violencia sexual”. La situación es extendida en el mundo: “Un estudio estadounidense reveló que el 33 % de las mujeres menores de 35 años declaran haber sufrido acoso sexual en línea frente al 11 % de los hombres. Del total de mujeres víctimas el 47% cree haber sufrido acoso por razón de su sexo, mientras que apenas el 18% de los hombres que han sido acosados en línea cree lo mismo”.

No hay manera de seguir contando el mundo si las mujeres se tienen que callar.

“Al silencio no volvemos nunca más”, es una consigna. Debería ser una meta. Pero no es una realidad.

Hoy las mujeres vuelven a ser silenciadas.

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