(Nicolás Stulberg)
Jorge Telerman, el hombre de la sonrisa perenne, recientemente nombrado Director General del Teatro Colón, recibe a los medios en su despacho, una oficina amplia y luminosa en la que la señorial mesa de madera de más de dos metros de largo domina gran parte de la escena. No parece una sala del Teatro Colón. No tiene ornamentos ni detalle especial alguno. Las paredes lucen limpias, recién pintadas, a la espera del De la Vega que pidió en préstamo al Banco Ciudad y aún no llega. De camisa y corbata pero sin saco, con la elegancia, los buenos modos y el histrionismo que lo caracterizan desde los años en que daba clases de Semiótica en la Facultad de Ciencias Sociales, se muestra entusiasmado con su nuevo trabajo.
Telerman llegó a este sillón tras seis años a cargo del Complejo Teatral de Buenos Aires. Antes fue presidente del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires (con Daniel Scioli en la gobernación). Antes, jefe de Gobierno de la CABA tras la destitución de Aníbal Ibarra. Y antes, vicejefe de Gobierno de Ibarra, secretario de Desarrollo Social y secretario de Cultura también de CABA, embajador argentino en Cuba, vocero de la Cancillería, agregado de las embajadas argentinas en Washington y París… A los 66 años acredita una dilatada experiencia en la función pública y en la gestión cultural, tan vasta como su capacidad para surfear corrientes políticas más o menos afines u opuestas según las alianzas y las grietas de cada época.
Hoy, esa habilidad y expertise lo encuentra al frente de una institución emblemática de la Ciudad de Buenos Aires. Después de sus primeros tres meses de gestión ha logrado definir un grupo de colaboradores que lo acompañará, un equipo que presentó oficialmente el jueves al atardecer y que, en su gran mayoría, llega por primera vez al teatro en calidad de funcionario. Telerman tiene por delante, todavía, la resolución de uno de los problemas vinculados al Teatro que más ruido mediático generó en los últimos meses, y que incluyó la renuncia de Paloma Herrera al cargo de directora del ballet estable. Según asegura, ya está trabajando en ello. Va de a poco. El primer paso fue anunciado hoy, junto con la confirmación de que, para la temporada 2023/24, Italia será el país invitado para hacer coproducciones.
Repaso: la Dirección Musical quedó en manos de Jan Latham Koenig, hasta febrero de 2022 director Principal Invitado de la Ópera Novaya de Moscú, fundador y Director Artístico de la Orquesta del Festival Britten-Shostakovich, ex director Musical del Teatro Municipal de Santiago de Chile, de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, México y de la Orquesta Sinfónica de Flandes en Bélgica, “uno de los grandes directores de orquesta a escala mundial”, define Telerman. Pablo Maritano es el nuevo director de Programación, “una de las cabezas jóvenes más talentosas que tiene la escena en la actualidad”. Marcelo Ayub, ex director musical asistente y director del Coro Estable del Teatro Colón, es ahora el director de Estudios, “uno de los maestros del Teatro, hombre de la casa, muy querido, reconocido y talentoso”.
“Son tres piezas claves que conforman conmigo la mesa curatorial del Teatro”, dice Telerman. “Como director general asumo también las responsabilidades de los programas desde lo artístico. Un Director General tiene que hacerse responsable de todo, desde que no falten las toallitas en los baños hasta que funcione el edificio, y también de todo lo que sucede sobre el escenario.” El equipo se completa con Diana Theocharidis, nueva directora del Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC), y con Teresa Anchorena y Diego Fisherman, que serán responsables del cuidado y la recuperación patrimonial, y también de su puesta en circulación.
—¿El del ballet estable siguen siendo “el” problema a solucionar?
—Hay muchas cosas por resolver. Muchas que vienen de arrastre y otras que son coyunturales, pero las vamos a abordar, y las estamos abordando. En el caso específico del ballet, tenemos una problemática con la que coincido plenamente y es de larguísima data: la dificultad de un sistema de jubilatorio digno y racional para la gente que sabemos que después de los 40 años, más allá de algunos casos, debería tener el derecho de jubilarse. Ese tipo de cosas, como también las vacantes que hacen falta cubrir en los distintos cuerpos, son todas cuestiones que además de tratarse de un justo derecho, sin duda redundan en beneficio de la comunidad, del público, porque mejora las condiciones de producción del teatro. No veo nada que impida resolverlas, y no es una mirada ingenua la que he echado. Algunas tomarán más tiempo porque afectan políticas fiscales y organismos nacionales. Pero otras, como las convocatorias a concursos, se van a ir resolviendo más rápidamente.
Yo sé la premura que hay en algunos de los temas, la ansiedad por resolverlos, pero me han visto desde el primer día recorrer los pasillos; lo he hecho, lo sigo haciendo y lo haré. Así que además de haber generado mesas específicas de diálogo, también estoy constantemente en contacto directo… En síntesis: ¿hay cuestiones que resolver? Sí. ¿Veo imposible resolverlas? Absolutamente no. Lo importante es construir canales de diálogo de una manera genuina, fluida, permanente y sustentable. Esa parte a mí me sale naturalmente, y no dudo de que hay buena voluntad de la inmensa mayoría de los trabajadores y las trabajadoras del Teatro para que esas cosas pasen. En el caso específico del ballet, es una cuestión de números en la que interviene la Ciudad pero también la Nación porque la jubilación es un sistema nacional, así que ya estamos en contacto con la Anses, que es finalmente el lugar final en donde todos algún día iremos a cobrar nuestra jubilación.
—¿Ha vuelto a encontrarse con Paloma Herrera tras su renuncia?
—Paloma Herrera es una persona con la que tengo una muy buena relación personal. Me encontré con ella varias veces en situaciones sociales, nos dimos un gran abrazo. Le tengo enormes respeto y admiración, y ella sabe que tiene las puertas abiertas en teatro, aunque sé también que ella misma dijo que concluyó una etapa en su desarrollo profesional.
—La situación del ballet fue acaso la noticia que más repercutió en los medios. ¿Se encontró con problemas similares en otras áreas?
–Hay mil y pico de personas que trabajan acá en distintas tareas artísticas y técnicas que insumen muchísimos recursos económicos y humanos: es normal que haya situaciones complejas. Yo aspiro a que se vayan ordenando y cumplir lo que yo creo que debe ser la máxima de todos los funcionarios: dejar la institución que te dan en custodia mejor de cómo lo recibiste. Una máxima que debería ser un objetivo de mínima.
—Que sea el único escenario lírico del país, ¿es bueno o malo para el Teatro Colón?
—No es bueno. El Colón es el que tiene la responsabilidad central de promover y acrecentar los públicos de las artes escénico-musicales. El Colón se ha sentido orgulloso en la medida en que fue capaz, con su actividad y su presencia, de generar la ampliación de gustos. Crisis económicas y cambios de hábitos de aquí y en todo el planeta han llevado a reducir esa cantidad de lugares, por eso los desafíos son muy grandes: ver de qué forma generamos interés y estímulo a que nuevos públicos vean en las artes escénico-musicales un lugar que no van a encontrar en ningún otro lado. Por eso hay que tener mucho cuidado, mucha inteligencia, mucha sensibilidad y mucha intuición cuando pensamos en cómo captar y cautivar nuevos públicos. No es haciendo que cualquier cosa pase aquí en el Colón, sino haciendo que pase aquello que solamente puede pasar el Colón.
—¿Es posible saber cuánto público realmente nuevo incorporó el Teatro a partir de la programación de bandas de rock, por ejemplo?
—Yo creo en los crossover, los he hecho, me parece muy bien que sucedan otras cosas además de la música sinfónica, de la ópera y del ballet. Pero si sucede lo mismo que puede ocurrir en el Gran Rex, no trae nuevo público.
—Si bien fue parte de una programación previa a su gestión, una de sus primeras apariciones como director del teatro fue durante la actuación de Plácido Domingo, cantante lírico español sobre el que pesan varias denuncias de abuso sexual. De cara al futuro, ¿cómo prevé considerar este tipo de cuestiones a la hora de programar artistas? ¿Existe un protocolo al respecto?
—Sí, claro. Y en el caso particular de Plácido Domingo, las denuncias fueron desestimadas o no llegaron a instancias judiciales. Hubo aclaraciones de por medio y su vínculo con todas las casas de ópera se restablecieron. Hay que diferenciar esas situaciones en las que las denuncias o las sospechas encuentran una instancia judicial aclaratoria, de aquellas en las que los músicos o artistas han tenido conductas mucho más reprochables. Este no es un tribunal ético pero sí, por una cuestión de principios, prefiero que nuestra programación este representada por artistas y técnicos que tengan una conducta no reprobable. En el caso específico de Plácido Domingo, creo que se aclararon los tantos.
—Algunos medios lo señalan como vocero de Horacio Rodríguez Larreta, hace poco participó del lanzamiento de Peronismo Republicano, el espacio liderado por Miguel Ángel Pichetto. ¿Dónde se ubica hoy?
—Yo sigo siendo una persona política pero con una vocación clara y precisa de desarrollar mi presencia en lo público y en el campo cultural, un campo en el cual quienes lo integramos, solemos tener posiciones políticas, no es un campo aséptico. Así que no solamente quiero tener el mejor Colón posible sino la mejor Buenos Aires posible y el mejor país posible. En ese sentido, me siento muy identificado con cómo ha concebido y cómo desarrolló su visión Horacio en relación con la Ciudad. Y creo que en estos momentos de incertidumbre, de enormes dificultades para generar una fuerza conjunta para transformar de una vez por todas esta decadencia insoportable que vivimos hace tanto tiempo, la Argentina tiene en Horacio un tipo de liderazgo que hoy cauterizaría heridas y generaría la indispensable tranquilidad para abordar la complejidad de temas que tenemos por delante, además de sus capacidades metódicas y laboriosas para establecer una buena hoja de ruta. En mi paso por el Complejo Teatral de Buenos Aires y en nuestras conversaciones pude ver lo que pensaba y cómo pensaba la Ciudad. Eso me lleva a sentirme identificado en campos que van mucho más allá de lo artístico.
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