Cristina Kirchner suma actos y afirma su discurso duro contra el Gobierno
Cristina Fernández de Kirchner tuvo que acelerar su plan político personal un poco exigida por el cronograma de renovación de autoridades partidarias, pero sin variar de objetivo: ser figura excluyente en la batalla contra Javier Milei -ahora que la siente más atractiva- y sostener poder interno, en la antesala del armado de listas legislativas. De eso se trata la movida presentada como “operativo clamor”, que tensará la cuerda del peronismo en las próximas dos semanas y que busca colocarla en la disputa por la conducción formal del PJ, un cargo que no la seduce.
Por supuesto, CFK sigue con inquietud el desarrollo de las causas judiciales -en lo inmediato, el caso Vialidad- y anota entre sus prioridades la intención de despegarse de la experiencia con Alberto Fernández. La jugada en la interna expone además el sentido de su pelea política, pero no el interés por la titularidad del Consejo Nacional del PJ. Los tiempos están condicionados ahora por fechas inmediatas, aunque hace ya un mes había lanzado su ofensiva con el documento que puso eje en la economía y dejó en claro, sobre todo, su imaginario de jefatura política.
Al menos en los papeles -porque siempre hay lugar para reclamos y planteos ante la Justicia-, a mediados de este mes debe quedar resuelto si el PJ va internas el 17 de noviembre por una nueva conducción o el problema se resuelve con lista única. En agosto, el justicialismo quedó acéfalo formalmente, situación que arrastraba desde mucho antes. Alberto Fernández renunció entonces al cargo como estribación directa del escándalo por la denuncia de violencia de género que había hecho Fabiola Yañez. Desde ese momento hasta ahora, poco se hablaba de la disputa partidaria.
Por supuesto, nadie especula mucho sobre la realización de la interna, que sería más que complicada en la práctica y no sólo desde el punto de vista político. En rigor, la apuesta de los armadores del operativo por la ex presidente es presentada, en la superficie, como un intento para forzar el consenso, con CFK en primer lugar o sin su nombre en el tablero para imponer una lista formalmente de todos pero sin peso real.
El origen de la escalada kirchnerista puede ser situado -y algunos lo invocan- en el documento que hace un mes difundió la ex presidente, bajo el título “Es la economía bimoneatria, estúpido”. El tono áspero buscó y por supuesto fue correspondido por Milei, que en espejo alimenta la reedición de la grieta en base también al cálculo político y electoral. El texto de la ex vicepresidente intentó mostrar cierta solidez en una materia que no domina y, en el final, desplegó su mirada anticipatoria de la operación K de estas horas.
Sin vueltas, abundó en la línea de mostrarse ajena a la última gestión peronista. De hecho, sólo aludió a Alberto Fernández por el enorme deterioro de gobierno con mención expresa a la foto de la Fiesta de Olivos en plena cuarentena. Lo más interesante, en términos de interna, fueron los dos subtítulos dedicados al peronismo: dice que se “torció” y que se “desordenó”. Resulta claro que se refiere al peronismo/kirchnerismo como espacio político y no al PJ como estructura orgánica. Traducido: si se torció, necesita una línea clara; y si se desordenó, necesita una jefatura que lo ordene. El implícito es ella misma.
Ricardo Quintela, junto a Victoria Tolosa Paz y Axel Kicillof. Otra postal de la interna
En ese camino, entonces, la presidencia del Consejo Nacional justicialista puede ser una pieza, pero no el objetivo único. El operativo lanzado ahora apunta en esa dirección. Expresa a su círculo -con Eduardo “Wado” de Pedro a la cabeza- y amplía la movida a escala provincial y legislativa con exposiciones de alineamiento como la que acaba de hacer el formoseño José Mayans.
El impulso público a CFK para presidir el partido -que tiene correlato en la provincia de Buenos Aires, con Máximo Kirchner en el centro- tuvo como objetivo interno poner rápidamente en crisis la idea de falta de competencia frente a los planes de coronar al gobernador Ricardo Quintela. El riojano viene jugando en el mismo paño que Axel Kicillof, anotado a la vez en la disputa doméstica de fondo. Y aspiraba a reunir apoyos de otros jefes provinciales como contrapeso de lo que sería el peronismo “tradicional” frente al dominio K.
Por supuesto, la primera reacción de Quintela fue declarar que si es necesario, irá a la pelea con CFK. Decir lo contrario significaría dejar el tema en exclusivas manos del kirchnerismo. Se verá. Por lo pronto, queda planteada la posibilidad de la disputa o una negociación para la distribución de sillas en torno de la mesa nacional del PJ. Eso mismo alimenta las especulaciones sobre el real objetivo del “operativo clamor” promovido por el kirchnerismo.
Por supuesto, la hipótesis sobre la posibilidad de un trato que distribuya cargos en una lista única -integrada por los distintos espacios con alguna cuota de poder nacional o territorial- podría tener un efecto neutro o de baja intensidad política. En otras palabras, no competiría con la ex presidente como referencia de la oposición dura, que es lo que busca sin rodeos.
Existe un elemento externo que alimenta la sucesión de apariciones de la ex presidente. Y es el impacto de las encuestas en su análisis y en el ánimo de su círculo. Varios sondeos coincidieron sobre todo en septiembre sobre el desgaste del Gobierno. La generalización de consideraciones, incluyó básicamente, una baja en la imagen de Milei -aún con cifras significativas en medio del fuerte y extendido ajuste-, un retroceso de expectativas generales y un cambio en el primer renglón de preocupaciones sociales, con la inflación desplazada por otras expresiones de deterioro económico.
Esos números -en movimiento- no escapan a diferentes interpretaciones, la primera de ellas es si se trata o no de una tendencia definida. Con todo, asoma una hipótesis, inquietante, sobre la posibilidad de una recreada fatiga de la sociedad con la política en general, incluido el Gobierno. Al revés, algunos de los sondeos que llegan al círculo kirchnerista parecen diseñados para alimentar el deseo propio: que decaiga el señalamiento a la gestión de Alberto Fernández por su peso gravitante en la crisis económica y social.
CFK aumenta entonces la frecuencia de sus cargas sobre el Gobierno. Nunca mostró interés por la titularidad del PJ, sino por alinearlo con su proyecto. Tampoco le resulta atractiva la especulación sobre su candidatura como cabeza de lista de diputados en Buenos Aires. Pero todo vale para sostenerse como contraparte de Milei. En el escenario, el Presidente hace el mismo juego. Nada nuevo.